Muy buenas, diría en un día normal, pero hoy no estoy de humor. Hoy han empezado mis exámenes de evaluación del último cuatrimestre, y o cierto es que he salido disgustadísima. No me he llevado conmigo mi reloj, objeto de imporrtancia incalculable para mí, pues tiendo a abtraerme y ha dejar inacabados mis exámenes. Pues bien, ha sucedido una catástrofe... De tres comentarios de arte que tenía que hacer solo he rematado uno. Los demás son vagos fantasmas de lo que podían haber sido... Lo peor de todo es que sé que podría haber sacado muy buena nota. Me lo sabía todo. Para demostrármelo a mí misma, he rehecho el exámen en casa, a ordenador (debo ser la única masoquista que hace eso después de salir al borde del llanto de un exámen xD). Y nada, he aquí el análisis de una de las obras, que ha resultado ser de uno de mis pintores más estimados :). ¡Me encanta el cuadro! Aunque bien que se nota eso en mi comentario^^.
El
título del cuadro “Caminante sobre el mar de nubes”, ya nos
eleva por encima de las posibilidades mundanas de la perspectiva. El
cuadro nos ofrece la silueta de un caballero volviéndonos la
espalda, su figura abrazada por las sombras frente a la extensión de
tratamiento quimérico del paisaje que se extiende frente a él. El
hombre, subido a la cima de una rocosa montaña, constituye plantado
en su salvaje pedestal el primer plano. En este prácticamente se
define solo la silueta, pues los volúmenes y el color quedan
parcialmente anulados por el tratamiento oscuro de ambas figuras,
cuyas naturalezas quedan manifiestas pero bajo un aparejo de sombras
que los sumen en un anonimato en el que cualquiera de entre nosotros
podría identificarse. Resulta una forma muy eficaz de hacernos
partícipes del maravilloso cuadro y su fantasía.
Tanto el hombre como la cima bajo sus píes pueden capturarse en un triángulo, así que nos encontramos ante una composición piramidal en cuanto al primer plano se refiere. Pero es ahí donde acaban los convencionalismos. Pese a que el primer plano ocupa una gran porción del espacio del lienzo, Friedrich hace alarde de una magistralidad excelente al exponernos un amplío paisaje que parece extenderse hacia el infinito. Para este efecto óptico es evidente que ha bebido de la brillante técnica del sfumato, inventada por Leonardo DaVinci, y que consiste en difuminar las líneas del dibujo. De este modo pueden conseguirse dos efectos importantes: por un lado, la lejanía de los elementos queda descrita, y por otro se consigue una unidad, una relación armónica entre todos los componentes del cuadro.
El paisaje de Friedrich son los picos de una cadena de montañas agrestes, rudas con sus entrantes y salientes marcados, con sus ángulos punzantes que contrastan encantadoramente con el océano de esponjosas y sedosas nubes que los cubren como un manto. La niebla suaviza la crudeza del paraje, además de dotarle de un toque de fantasía. Sin más, los picos más alejados parecen fundirse en una potente luz, que emana sobre todo de la pureza impoluta de las nubes. El fondo es un ideal luminiscente que parece querer absorber todo el conjunto paisajístico.
El cromatismo es rico a pesar de derivar de pocos colores, pues estos son representados con una considerable gama de tonos y gradaciones que construyen este paisaje utópico. El amarillo abrillanta la sobrenatural luz y genera una sensación de calidez. Los colores fríos se han usado para alejarnos los últimos picos, aunque el mencionado amarillo diseminado en inteligentes toques a lo largo de toda la representación de la luz hace de la lejanía un destino cálido.
Tanto el hombre como la cima bajo sus píes pueden capturarse en un triángulo, así que nos encontramos ante una composición piramidal en cuanto al primer plano se refiere. Pero es ahí donde acaban los convencionalismos. Pese a que el primer plano ocupa una gran porción del espacio del lienzo, Friedrich hace alarde de una magistralidad excelente al exponernos un amplío paisaje que parece extenderse hacia el infinito. Para este efecto óptico es evidente que ha bebido de la brillante técnica del sfumato, inventada por Leonardo DaVinci, y que consiste en difuminar las líneas del dibujo. De este modo pueden conseguirse dos efectos importantes: por un lado, la lejanía de los elementos queda descrita, y por otro se consigue una unidad, una relación armónica entre todos los componentes del cuadro.
El paisaje de Friedrich son los picos de una cadena de montañas agrestes, rudas con sus entrantes y salientes marcados, con sus ángulos punzantes que contrastan encantadoramente con el océano de esponjosas y sedosas nubes que los cubren como un manto. La niebla suaviza la crudeza del paraje, además de dotarle de un toque de fantasía. Sin más, los picos más alejados parecen fundirse en una potente luz, que emana sobre todo de la pureza impoluta de las nubes. El fondo es un ideal luminiscente que parece querer absorber todo el conjunto paisajístico.
El cromatismo es rico a pesar de derivar de pocos colores, pues estos son representados con una considerable gama de tonos y gradaciones que construyen este paisaje utópico. El amarillo abrillanta la sobrenatural luz y genera una sensación de calidez. Los colores fríos se han usado para alejarnos los últimos picos, aunque el mencionado amarillo diseminado en inteligentes toques a lo largo de toda la representación de la luz hace de la lejanía un destino cálido.
El
contraste entre el primer plano y el segundo es enorme ya que la
silueta del hombre se eleva sobre el fondo siendo una masa compacta.
Si embargo, la figura está integrada perfectamente en el ambiente,
ya que se adivina en la silueta de sus formas un contagio de los
colores y la luz que se suceden ante él. La magia que construye
Friedrich con el entorno que se fragua mediante la relación
hechizante de todos los componentes no deja fuera a la silueta
humana tampoco en su valor emocional, pues se integra en este encantamiento como un espectador
insignificante y melancólico frente a una hermosa Naturaleza que supera a su
esencia tanto en belleza como en dimensiones y fuerza.
Friedrich,
junto con los demás pintores románticos, hicieron un gran aporte al
concepto actual del arte: al expresión del artista. Hoy en día, el
arte tiende a responder a la necesidad que tenemos de descargar las
emociones con las que acarreamos en el día a día. Ese propósito lo
exploraron por primera vez los románticos, que pintaron para ellos
mismos. No quiero decir que en la obra pictórica anterior no se
pueda atisbar el alma del artista, sino que aludo a la realidad de que su
obra estaba sometida a funciones ajenas a sus necesidades personales.
Y desde luego, esas pinturas estaban destinadas a complacer los
propósitos de quienes las compraban. Pero en el romanticismo se da
un cambio. Los pintores, por primera vez, se valen de su arte para
proyectar lo que llevan dentro, teniendo esto como motivación y
finalidad, y no como un logro de segunda categoría como lo habría
sido en épocas precedentes.
Lara
Elizabeth